Llevo unos cuantos días dándole vueltas a la cabeza y al final se me ha metido entre ceja y ceja hacer pan. Continuamente hago postres, pero elaborar masas propiamente dichas (pan, empanadas, empanadillas...) siempre las he dejado de lado. Por este motivo, me he decidido a hornear mi propio pan. La semana pasada hice mi favorito: pan de centeno. Se comía, pero me quedé corta con la sal y la forma quedó un tanto extraña, por lo que no me animé a sacarle fotos. Ayer volví a amasar y, en esta ocasión, hice un pan de boniato. La receta original era con calabaza (no recuerdo de dónde la saqué), pero como hace poco compré un montón de boniatos, he sustituido una por el otro.
La primera impresión puede ser extraña, pues siempre relacionamos este tubérculo con sabores dulces. De hecho lo es, sin embargo, al pan no le añade este sabor, es más bien neutro (quizá porque contiene sal). Para quien no conozca los boniatos, les he sacado una foto.
Se me olvidó sacarle una foto cuando la pieza estaba aún entera (¡tenía muchas ganas de probarlo!), por eso añado una foto con tan solo un extremo. La textura de este pan es la del pan de molde. Su sabor es más bien neutro, tal y como he mencionado anteriormente. No obstante, si se tuesta cambia su sabor y tiene un toque diferente, muy agradable al paladar y mezclado con queso fresco, ¡es una delicia!
Y su color hace que parezca pan de huevo. ¡También tengo que probarlo! La verdad es que hay tantas y tantas variedades... así que ¡a comer pan!, que es muy saludable.
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