sábado, 16 de febrero de 2013

Cabello de ángel



    En esta época del año, cuando disponemos de tiempo y no hay mucho que hacer siempre elaboramos entre mi madre y yo el cabello de ángel. Realmente no es complicado, sencillamente hay que seguir ciertos pasos, sin embargo, es muy laborioso. Así que si os decidís a hacerlo, contad con ello.

       En esta ocasión no hemos hecho mucha cantidad, simplemente porque no teníamos muchas piezas (que son las que podéis ver en la siguiente fotografía). En nuestro caso eran cinco: una grande, tres medianas y una pieza chiquitita, chiquitita. Nosotras las cultivamos, de ahí que el cambio de tamaño pueda variar. Por ejemplo, el verano pasado llovió mucho, por lo que las calabazas no eran excesivamente grandes. 




      Para hacer el cabello de ángel lo primero que hay que hacer es abrir las calabazas y quitar la pulpa interior. Su piel es dura, por lo que nos llevará cierto tiempo, pero no os desesperéis, que sólo es cuestión de paciencia. Asimismo, hay que extraer las pipas, que son esas cosillas negras que se ven. Nosotras nos quedamos con algunas (las más grandes) para plantarlas en la próxima primavera. 






      De esas cinco piezas hemos obtenido la cantidad que podéis apreciar en la siguiente foto. No os puedo decir qué cantidad era porque no la pesamos. Tanto el cabello de ángel como las mermeladas las hago "a ojo" porque todas las recetas le añaden excesivo azúcar para mi gusto. Por regla general le añaden por cada kilo de fruta la misma cantidad de azúcar. De todos modos, podéis probar el modo que más os guste. Yo prefiero limpiar las piezas, cocinarlas y después ir añadiéndole el azúcar progresivamente, hasta dar con el punto que me agrade.




      Así pues, lo que hemos hecho ha sido poner a fuego lento - medio el cabello de ángel ¡sin agua! ya que es suficiente la que él mismo produce al cocinarlo. La cantidad que veis en la siguiente foto es la suma de la cantidad de las dos tarteras anteriores, por lo que podéis apreciar que reduce considerablemente. Nosotras lo dejamos siempre con un poco de líquido porque en casa gusta más jugosito, aunque cada uno sabe lo que más le agrada. El punto adecuado creo que es muy personal.




      Una vez ha reducido y lo tenemos a punto, le añadimos el azúcar blanquilla. Tal y como he comentado previamente, se la voy añadiendo poco a poco, aproximadamente sería un kilo, pero todo depende de cómo os guste: si más o menos dulce. De todos modos, siempre suelo dejarlo poco dulce porque a continuación le añado azúcar moreno. Este azúcar no es tan dulce, por lo que lograr el punto adecuado es más sencillo pero, además, oscurece un poco el cabello y en casa nos gusta más esa tonalidad.




      Una vez lo tenemos a nuestro punto de azúcar, lo dejamos a fuego unos veinte minutos, para que se mezclen los sabores. A continuación añadimos coco rallado (unos doscientos gramos aproximadamente). Le da un toque diferente y el jugo lo hace un poco más denso. Sin embargo, he de decir que no sabe a coco, por lo que los amantes de éste van a tener que comerlo de otro modo si quieren saborearlo. Y para los que no les guste en absoluto ¡no os preocupéis! Pues no se nota (¡yo soy una de ellas!).



      Transcurridos unos veinte minutos o media hora aproximadamente (tiene que deshacerse el coco) ya tenemos listo nuestro cabello de ángel. En mi casa hacemos varios botes para disfrutar de él a lo largo de todo el año. Sin embargo, para que se conserve tenemos que esterilizar los botes. Pero, ¿cómo lo hacemos? Pues bien, podemos comprar botes para hacer conservas (por ejemplo en ferreterías) o bien reutilizar botes que entren en casa: mermeladas, conservas, encurtidos, legumbres...). En nuestro caso, nosotras reutilizamos pero procuramos que todos tengan un tamaño parecido: el que nos sirva para elaborar nuestros postres. Lo que hay que hacer es lavar esos tarros y después hervirlos en agua durante unos cinco o diez minutos. Los secamos bien y ya estarán listos para rellenar. El proceso de esterilización no sólo nos servirá para conservar nuestro cabello de ángel, sino también para hacer mermeladas caseras, salsa de tomate, atún, mejillones, melocotones en almíbar...

      Por lo tanto, llenamos los botes con el cabello de ángel y los cerramos bien. Una vez listos los colocamos en una olla alta (más grande que los propios tarros). Los cubrimos con agua y los ponemos a hervir.




      El fuego, en este caso, debe ser fuerte para que esté continuamente en ebullición. Los tarros tendrán que estar en el agua unos veinte minutos o media hora. Todo esto es aproximado porque dependerá del tamaño del bote. Hacemos esto para que desaparezca el aire restante en los botes de modo que no se produzca el proceso de oxidación que hace que los alimentos se estropeen. Si os fijáis, saldrán burbujitas debajo de las tapas. En el momento en el que no salga ni una sola (no confundir con las que proceden del fondo de la olla, pues recordemos que no puede para de hervir) ya los tendremos listos. 



      Otro modo es poniendo boca abajo los tarros. Para ser sincera, no he probado este método tan sólo lo he leído en diversos blogs. Por lo tanto, no os puedo asegurar si funciona realmente o no. Es bastante más rápido, aunque yo siempre he optado por el que os he contado hace un instante.

      Así pues, los ingredientes que necesitaremos serán: calabazas de cabello de ángel, azúcar (blanquilla y moreno) y coco rallado. Todo el proceso de elaboración en resumidas cuentas quedaría del siguiente modo:

  -  Cortar y limpiar las calabazas.
  -  Poner al fuego.
  -  Dejar reducir.
  -  Añadir el azúcar blanquilla y posteriormente la morena.
  -  Una vez mezclados los sabores añadir el coco rallado.
  -  Esperar a que el coco desaparezca.
  -  Esterilizar.

      Espero que algún día os animéis a probar esta receta. Ya sé que es una receta muy laboriosa, pero tras una tarde de trabajo, podréis tener a vuestra disposición un relleno casero. Y lo más agradable es que una vez listo ¡sólo hay que abrir el bote! 

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